Las izquierdas en numerosas ocasiones han pasado sobre este tema de puntillas; o bien se han despreocupado del mismo o bien han descubierto con “excesiva” intensidad su aspecto político. Lo cierto es que la seguridad ciudadana es un elemento central al objeto de garantizar los derechos y la libertad compartida de las personas así como su derecho al libre tránsito, el descanso, la capacidad de disfrutar de todos y cada uno de los espacios urbanos, así como de garantizar el derecho a no ser agredidos por cuestión de género, edad o actividad humana.
La seguridad ciudadana sobre todo es cuestión de educación y de equidad social. Una sociedad injusta, es una sociedad insegura. Una sociedad que no reparte la riqueza, es una sociedad insegura y violenta. Una ciudad con leyes injustas u ordenanzas municipales no equitativas es un municipio inseguro. Claro que no hay que tolerar bajo ningún concepto agresiones de personas que se creen más fuertes y sin obligaciones o bien que por medio de la amenaza de la fuerza, el hurto o la intimidación imponen su ley personal y atemorizan o extorsionan. Tampoco la de caciques, ricos propietarios o especuladores. Pero la mejor seguridad ciudadana es la compartida y negociada con la ciudadanía.
La seguridad la crea la equidad y la inseguridad la pobreza y la exclusión social, cada vez más extendida. Una sociedad consumista, de marcas, nuevos electrodomésticos y aparatos informáticos cada vez más sofisticados y de menos duración, como móviles o tabletas etc. junto a zapatillas, ropa deportiva de marca etc. etc., crean unas necesidades a las que los jóvenes pobres o de mediana edad en riesgo de exclusión social, no pueden acceder. A esto hay que sumar vehículos a motor, así como otros consumos de los que carecen ellos y ellas o sus hijos. Todo esto va generando una sociedad embrutecida y a la que se le hurta la cultura y la razón de ser más allá de consumir. La cada vez peor distribución de la riqueza hace el resto y se genera una sociedad cruel, violenta y sin cultura, educación ni futuro.
La inseguridad y la violencia “menor” de personas especialmente jóvenes de barriadas pobres genera una inseguridad que al final solo perjudica a los propios pobres, a pensionistas de mucha edad y bajas pensiones, a personas indefensas, pero a las que los cuerpos y fuerzas de seguridad, sean locales o estatales no protegen. La mayor inseguridad se da en barrios populares empobrecidos, abandonados, excluidos y en ellos las policías jamás intervienen ni vigilan de no ser que se produzcan delitos graves o que su digamos “mala influencia” perjudique a las “gentes de bien” y clases medias altas. La policía aparece sobredimensionada en los centros urbanos y en tareas de vigilancia de orden público, es decir represión de la libertad de expresión y de manifestación, pero solo muy ocasionalmente hace funciones de prevención o patrullas eficientes por las barriadas más populosas.
Lo primero pues es un trabajo de conocer y reconocer los barrios y calles más problemáticos por causa de la pobreza o exclusión y marginalidad. Intervenir en ellos y crear programas específicos pero con resultados tangibles y no solo mediante cursillos o inversiones sin finalidades concretas es tarea prioritaria de cualquier ayuntamiento de izquierdas.
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